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Ser mormona, lesbiana, y estar enamorada…

laura_root

febrero 25, 2017

Este post fue originalmente publicado en el blog de Creencias racionales, y ha sido publicado aquí con permiso del autor.

Escrito por: Laura Root

Traducido por: David Mans

Mientras estoy sentada en la reunión dominical de ayuno y testimonio escucho a un hombre hablar sobre las familias. Expresa su inmensa felicidad por su esposa y sus hijos. Dice que todos han estado preguntándose recientemente por qué las familias son tan importantes para nuestro Padre Celestial que Sus hijos espirituales nacen dentro y, luego, forman familias. Entonces él mismo respondió su propia pregunta diciendo: «Es porque dentro del matrimonio es que aprendemos a amar como ama Dios». «Exactamente», pensé, «esa es la razón por la que le pedí matrimonio a mi novia hace dos semanas». Quiero volverme más como mi Padre Celestial y aprender a amar a los demás sin condiciones, y quiero la oportunidad de casarme para ayudarme en ese proceso.

He nacido y he sido criada en la Iglesia SUD y siempre quise y planeé casarme y algún día tener mi familia. Pero cuando el tiempo pasaba me di cuenta que no me sentía acerca de los muchachos, como se sentían mis amigas. En mis veintes me di cuenta que era gay después de un año de tener una relación romántica con una compañera de cuarto en la universidad de Brigham Young. Por la primera vez en mi vida me enamoré. Se sintió increíble. Se siente normal. Se siente natural y fácil. Era por lejos, el mejor sentimiento que nunca había atenido. También me dejaba perpleja. Mi Iglesia me enseñó que esa clase de relaciones no eran de Dios, entonces ¿cómo se podía sentir tan maravillosa? Ser gay no cuadraba en el plan que tenía para mí como santo de los últimos días. Quería casarme en el templo. Quería encajar. Quería hacer lo que creía que era lo que Nuestro Padre Celestial quería para mí. Entonces dije un no atroz y desgarrador a ese amor, y enterré, y negué esa parte de mí. Entonces me propuse encontrar un hombre con quién pudiera desarrollar los mismos sentimientos que sintieron con mi compañera de cuarto. Pensé que sería fácil porque ya sabía cómo se sintió el amor. Solamente necesita encontrarlo otra vez, solamente que esta vez con un hombre.

Por veinte años negué una parte central de mi identidad y permanecí como un buen, activo, y fiel miembro de la Iglesia. Y salí en citas. Un montón de citas, siempre anhelando sentir los mismos sentimientos de conexión emocional y estar enamorada que sentí con mi compañera. En casi tres décadas de citas, (si empiezas a contar desde los dieciséis, cuando empecé a salir en citas) nunca estuve cerca de encontrarlo. Al principio pensé que había algo malo conmigo. Las personas me decían que era demasiado exigente. Otras personas me decían que era demasiado amedrentadora, porque tenía una carrera exitosa. Otras personas solamente me decían que algún día llegaría el indicado. Después de un tiempo abandoné las citas y me resigné a vivir mi vida sola. Tenía una vida mayormente feliz, pero algo faltaba, yo lo sabía.

Entonces como dos años y medio atrás, a la edad de 44 años, empecé a ser honesta conmigo misma acerca de ser gay. El momento que todas las piezas se juntaron me golpeó fuerte y me forzó a asumir mi sexualidad. Fue uno de los momentos más horribles de mi vida. Los pensamientos de mi vida en esta Tierra, y mi futuro en las eternidades súbitamente cayeron pesadamente sobre mí, la carga más pesada que jamás sentí. Como tantos gais mormones experimenté una severa depresión por varios meses y aún pensamientos de quitarme la vida. No podía soportar el pensamiento de nunca enamorarme otra vez en mi vida y ni siquiera poder tener la esperanza de enamorarme. Sumado a esto, por supuesto, estaban las preguntas acerca de mi felicidad eterna. La Iglesia enseña que debo ser sellada a un hombre en algún momento si quería recibir la felicidad eterna. Y, aún así, el pensamiento de estar con un hombre por la eternidad, no se sintió como felicidad para mí. Tampoco podía imaginar abandonar la Iglesia que amaba, con todos mis amigos y familiares, y la cual, yo creo, que contiene el verdadero evangelio de Jesucristo. La agonía y la desesperación que sentí en ese tiempo fueron insoportables. Apenas comía. Apenas dormía. Sabía que necesita algo que me mantuviera avanzando entonces leía el Libro de Mormón a diario. Fue como una intravenosa de nutrición espiritual y depende de eso. Aún tenía preguntas. ¿Acaso Nuestro Padre Celestial me dio la habilidad de crear un lazo, y enamorarme de otro ser humano y entonces me mandó no usarla como requisito para la salvación? Había sido enseñada que las relaciones gais eran pecaminosas. Pero sabía que la relación que había tenido cuando era joven con mi compañera de cuarto se sintió hermosa, y liberadora, y maravillosa. ¿Cómo podía encontrar la felicidad dentro de una religión que no me permitía el compañerismo, el romance, el amor, y la conexión espiritual y emocional con otra persona que naturalmente se desarrolla en mí? Luché con estas preguntas. Eventualmente empecé a plantearme una pregunta diferente: ¿Podría ser posible vivir la fe que amo y ADEMÁS vivir mi vida en la manera para que pudiera ser fiel a mí misma?

En la fe SUD creemos en el poder de la revelación personal. Confiado en la guía del Espíritu muchas veces en mi vida como misionera, en mi vida personal y laboral, y más importante, para mostrarme la veracidad del Libro de Mormón. Buscándola y sintiendo el Espíritu a menudo y sentir gratitud por las bendiciones del Espíritu Santo. Tuve que desarrollar una relación personal con mi Padre Celestial y tener un firme testimonio del evangelio. Confié en el amor de Dios y en su interés por mí, como una de sus hijas. Aún cuando siempre oré, en mis momentos más oscuros, me volví a él con más frecuencia y con más voluntad que nunca antes. En los meses que siguieron a mi nuevo conocimiento de ser gay mi sofá se volvió el lugar donde me arrodillaba para orar. Una tarde (y hubo muchas) que sollozaba y pedía al Señor su guía sentí una calma abrumadora, paz, y sentí Su amor. En esos momentos imaginé una multitud de ángeles a mi alrededor preparados para apuntalarme. Supe entonces que el Padre Celestial sabía exactamente quién era, gay y todo, que siempre había sido de esta manera, y este hecho fue precisamente lo que debería aprender y vivir durante mi tiempo de probación.

Después de incontables horas y meses estudiando, preguntando, y orando, línea sobre línea, tuve bastantes experiencias espirituales afirmando el amor de Dios, amabilidad, y misericordia para mí. Él me llevó a saber que no solamente me amaba más de lo que yo podía imaginar, también quiere que disfrute de la bendición y los desafíos y el proceso de refinamiento de comprometer mi vida a amar y servir la persona que amo, aún si esa persona es una mujer. Eventualmente empecé a salir en citas otra vez, solamente que esta vez busqué entre las personas cuyo género es el correcto para mí, el género que me permitirá tener un verdadero vínculo, conexión, y encontrar felicidad y cometido con otra lama humana.

Créanme, me doy cuenta que esto no tiene sentido para la mayoría de familiares y amigos. Lleva a muchos a sentirse enojados, tristes, y confundidos. Algunos de los miembros de mi familia me han excluido de sus vidas. Algunos me pidieron que pretendiera ser alguien que no soy, «por el bienestar de los niños». Otros no «aprueban» mis decisiones y me lo han dicho directa y ásperamente. Es interesante para mí ver cómo ellos están tan preocupados acerca de mi felicidad eterna tanto que prestamente comentan cosas hirientes y criticonas acerca de mis decisiones. No puedo evitar pensar en que esta es una oportunidad perfecta para ellos para enseñarles a sus niños acerca del amor cristiano en acción. Aún si ellos nunca están de acuerdo con el matrimonio igualitario, enseñar a sus hijos el hecho de que porque alguien es diferente, son tan merecedores de amor y de pertenencia como cualquier otra persona, sería un poderoso mensaje. Afortunadamente para mí, también hay miembros de mi familia quienes, de todos modos, valoran mi amistad y me lo afirman seguido. Estoy TAN agradecida a ellos. A pesar de cómo otros se comportan conmigo, de todos modos, mi asignación siempre ha sido, y siempre será, la misma: «Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen »(Mateo 5,44). Amor, amor, amor. Siempre ha sido la respuesta y siempre lo será.

Soy una persona diferente de la que era hace dos años y medio. Tengo una relación más fuerte con Nuestro Padre Celestial. Tengo un entendimiento más claro de quién soy y cuál es la responsabilidad en esta vida. He sentido el poder de la expiación en mi corazón cuando luchaba para elegir amor y paciencia antes que enojo y resentimiento. Sé lo que he sentido y experimentado cuando buscaba las respuestas y he puesto mi confianza en las indicaciones personales que he recibido. Estoy tan excitada y emocionada por mi boda en dos meses con la mujer que amo. Siento el amor de Nuestro Padre Celestial dentro de esta relación. Me siento tan agradecida a Nuestro Padre Celestial quién, en su inmensa bondad y misericordia, me ha mostrado cómo puedo ser mi auténtico yo y todavía tener una significativa y sólida relación con Él y con mi Salvador. A pesar de que no es como lo fue una vez, espero continuar mi relación con la Iglesia SUD, la Iglesia que amo, donde, afortunadamente, tengo muchos amigos amables y amorosos.

1 Comentario

  1. gabriela en 27/09/2018 en 5:24 PM

    muy linda la paguina

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